🖥 EL ACCESO A LA EDUCACION POSPANDEMIA

Escribe Jeimar Cogollo Donoso, Consejero Directivo de la Facultad de Ciencias Médicas – UBA
presidente de la Asociación de Colombianos y Colombianas en Argentina

Con la pandemia que generó el nuevo CoVid-19 se empezó a visibilizar aún más las diferentes problemáticas sociales que se venían profundizando en los últimos años en toda América Latina, no está de más recordar que según la CEPAL el 46% de los niños y niñas de 5 a 12 años de América Latina y el caribe no tiene conectividad o acceso a internet, esto nos lleva a identificar la necesidad de un “estado de bienestar digital”. Las tecnologías digitales han sido esenciales para el funcionamiento de las universidades, sin embargo, las brechas de acceso condicionan el derecho a la salud, la educación y el trabajo, al mismo tiempo que pueden aumentar las desigualdades socioeconómicas.

La educación a distancia en América Latina aumento más de un 60%, mientras que entre el 70% y el 80% de los estudiantes en los niveles socioeconómicos más altos tiene computadoras portátiles en sus hogares, solo entre el 10% y el 20% de los estudiantes pertenecientes a los quintiles de menores ingresos cuentan con estos dispositivos, esta diferencia, entre quienes tienen la posibilidad de asistir a las clases porque tienen las herramientas necesarias con quienes no tienen el acceso a las mismas acrecienta aún más las desigualdades sociales y pone en discusión nuevamente la condicionalidad para acceder al derecho a la educación, y estamos convencidos que no hay derecho a la educación cuando un niño/as o joven en toda la región no ingresa al sistema educativo. Partiendo de esta premisa llegamos a pensar que, para poder equiparar esta realidad en pospandemia, se necesita en toda la región un estado presente que garantice todas las herramientas de manera equitativa, como ya lo nombramos anteriormente, pero esto no solo en el marco del acceso a los dispositivos sino aumentando las redes para su conectividad y aun así no estamos incluyendo la diferencia que existe en dicho acceso entre la ciudad-campo.

Una vez termine la pandemia los estados de la región deben empezar a pensar en la inversión de la ciencia y tecnología como el eje principal para combatir las desigualdades socioeconómicas, educativas y laborales; pensándolo como el pilar central para el desarrollo futuro de cada país y de Latinoamérica, los sistemas de producción y desarrollo económico y social dependerán de la capacidad para diversificar estos sistemas productivos, pero esto se verá enmarcado en los proyectos políticos e históricos que hoy intentan reorientar a Latinoamérica hacia una nación que trabaje como un bloque conjunto, el aumento de nuevas formas de producción y el surgimiento de nuevos rubros permitirán también una inclusión productivas de los nuevos pequeños y medianos empresarios que a su vez permitirá la apertura de nuevos puestos de trabajo.


En materia educativa en Argentina, según el Observatorio Argentino por la Educación, el 15% de los y las jóvenes que finalizan la secundaria no tienen acceso a internet en su hogar, y a nivel global la UNESCO informa que en 191 países 800 millones de jóvenes no cuenta con una computadora en su hogar, y el 43% no cuenta con internet en sus casas. En el país desde el año 2014 al 2019 la conectividad en los hogares, según en Ente Nacional de Comunicaciones pasó de 49.6% al 62,8%. También muestra que entre los y las jóvenes de 13 a 17 años que hacen uso de internet, pero sin usos de PC fuera de la conexión a internet, es de 29,7% y en 36,3% (18 a 29 años). Ahora bien, estos porcentajes nos muestra la cantidad de jóvenes que no tienen los dispositivos necesario para poder ver los videos o los diferentes materiales necesarios para desarrollar su cursada, pero no debemos obviar que al momento de acceder a una teleeducación se debe tener en cuenta la velocidad de internet con la que se dispone para poder ingresar a las clases sincrónicas, en este contexto el 54,11% de todos los jóvenes que tienen acceso a internet cuenta con una velocidad de 20 Mbps, con ésta velocidad no se asegura el ingreso a las clases sincrónicas, y mucho menos a clases particulares o de apoyo para poder reforzar la educación formal que recibimos los estudiantes generando, así, una mayor deserción de los y las estudiantes en todos los niveles de educación. Con esto podemos concluir que tener acceso a internet no es sinónimo de estar conectados y tampoco es semejante a tener un acceso real al derecho a la educación y aun así no contamos el porcentaje de los y las estudiantes que cuentan con internet limitado.


Por último queda rever el rol que desde el movimiento estudiantil debemos ocupar en términos de las discusiones, estrategias y herramientas que podamos aportar para la contención de la gran cantidad de compañeros que hoy están abandonando la universidad como consecuencia de todos problemas económicos que la pandemia trae consigo y por los problemas de conectividad que nombramos anteriormente; entonces, ¿cómo podemos aportar desde nuestro lugar a que no exista una deserción masiva en el ámbito educativo?, debemos ser conscientes de la responsabilidad que tenemos para articular el estado con nuestro movimiento y potencializar las políticas públicas necesarias que permitan disminuir esta brecha que hoy sigue creciendo, y ser responsables conscientes de lo que realmente está en juego en términos de corto, mediano y largo plazo, sabiendo también que en materia de la desigualdad e inequidad social en las últimas dos décadas en el marco del ingreso a las universidades en la región se avanzó y fueron millones quienes lograron ser los primeros miembros de su familia en ingresar a la universidad. Se paso del 20% al 50% de los jóvenes matriculados en las universidades de Latinoamérica, según en Banco Mundial, esto ponía en materia de desarrollo social y económico a la región en auge para el crecimiento de estos dos ejes. Con la pandemia, el Banco Interamericano de Desarrollo, estima que el rededor del 25% de los estudiantes universitarios podrían dejar la universidad, esto nos pone a tratar de repensar las estrategias de contención, no solo de las instituciones, sino de todo el movimiento estudiantil latinoamericano teniendo en cuenta el atraso económico y la regresión en materia de derechos que trae una deserción tan grande en cada uno de nuestros países, quedando cada vez más lejos un cambio de paradigma hacia una economía del conocimiento.

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